“Él (el Señor) inclina su oído hacia mí” Sal 114:2. Contemplemos a Dios que inclina su oído hacia nosotros para escucharnos más de cerca. Hay algo más que la expresión “inclinar el oído”, que ya expresa bien toda la atención que podemos prestar cuando escuchamos. Dios, el Altísimo, el Poderoso, el Padre del cielo, se inclina para acercarse a nosotros y escucharnos.
Escuchar: una actitud bíblica
La escucha está presente en la Biblia en muchas ocasiones y lo que dice puede guiarnos en nuestra propia escucha. Este ha sido mi caso en mis situaciones vitales, familiares, sociales, asociativas, amistosas y, por supuesto, profesionales cuando ejercí mi profesión de psiquiatra-psicoterapeuta.
La escucha en el Antiguo Testamento
- “¡Escucha, oh Israel! estos versos los dice el judío fiel por la mañana y por la noche para abrir su oración e inscribir su vida en el amor de Dios. El mismo al que “amarás con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu intensidad” (traducción de Shuraki).
- Samuel, I, 3, 4-10: La llamada nocturna de Dios a Samuel, que el sacerdote Elí descifra para el niño en cuanto al significado de esta llamada y la respuesta que debe dar: “Habla, Señor, tu siervo te escucha”.
La escucha en el Nuevo Testamento
Vemos a Jesús a lo largo de su viaje terrenal escuchando los gritos y las palabras que surgen de la multitud que se reúne a su alrededor, los discípulos a veces le llaman la atención sobre estas llamadas. María, a sus pies, eligió escuchar durante la comida con ella y Marta.
Al meditar sobre lo anterior, sobre las palabras utilizadas, cada uno de nosotros puede acercarse a diferentes dimensiones de la escucha.
Dejarnos alcanzar
Basándome en mi propia experiencia, puedo decir que la escucha nos sitúa en el amor, en el servicio al otro, en un proceso de disponibilidad atenta cuando queremos escuchar de verdad.
Escuchar implica poner a distancia nuestro yo superficial, centrarnos en nuestro yo más profundo para estar totalmente disponibles para el otro, sin reducir lo que nos dice a nuestra propia situación, sino tomando conciencia del lugar de nuestra persona donde lo que se expresa nos une, nos acerca o nos aleja de ese otro en un movimiento ininterrumpido.
¿A qué distancia interior nos situamos para escucharlo de verdad? ¿En la proximidad, en la distancia? A veces es necesario distanciarse psicológicamente si lo que dice la otra persona es demasiado difícil de escuchar o nos resulta insoportable, y en este caso intentar volver a escuchar de otra manera.
Releer y analizar
En este proceso, la relectura es necesaria para analizar lo que experimentamos al escuchar, para corregir nuestra forma de escuchar, para continuarla si es adecuada o para modificarla si no nos parece que tengamos la actitud adecuada, y para dar un nuevo impulso.
Escuchar para ayudar a la otra persona
Profesionalmente o simplemente en una relación, nuestra actitud puede ayudar a la otra persona a escucharse a sí misma y a lo que expresa, de modo que pueda tomar la distancia necesaria para acceder realmente a sus propias palabras, lo que le permitirá evolucionar en su propio camino vital personal.
No olvidemos que la educación también es escuchar.
Todos los seres humanos, incluso los que están muy dañados en su psique y/o en su vida material, tienen algo que decirnos sobre su propia humanidad y la chispa divina que llevan dentro. Que nuestras dos chispas se unan.
Pedir ayuda para calmarse
Las situaciones de violencia pueden surgir cuando escuchamos, pero siempre deben abordarse de forma diferente con la intervención de un tercero. Sobre todo, no debemos dudar en buscar ayuda para, primero, contener esta violencia y, después, encontrar palabras más tranquilas, en nuestra humanidad común en una situación de encuentro.
Inclinémonos unos hacia otros para escuchar mejor.
Monique Barrère
SVECJ