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Temblados por las tribulaciones políticas, Preocupados por posibles radicalizaciones mortales, hemos de mantener el rumbo de la fraternidad, entre ciudadanos. La sinodalidad nos urge en esta dirección. Porque es una forma de vida que concierne a todos nuestros campos de actividad dentro y fuera de la Iglesia.

Entrar en diálogo abiertos a lo inesperado

El enfoque sinodal nos enseña a entrar en diálogo con todos, a mirar a cada uno como un interlocutor potencial, y más aún como un hermano amado por Dios, más allá de sus opiniones. Es un diálogo exigente que va más allá de la idea de mayoría o incluso de consenso. Se trata de dejarnos interpelar por lo que brotará como agua viva.

Construyendo nuestra experiencia de fraternidad en la Familia Cor Unum

Nuestro aprendizaje de la sinodalidad ya está teniendo lugar en la Familia Cor Unum, porque intentamos ir más allá de las divisiones habituales viviendo una fraternidad, una corresponsabilidad real entre nuestros institutos y la Sociedad de Vida Evangélica del Corazón de Jesús, con igualdad de derechos y deberes. Y en cada uno de nuestros equipos de compartir, buscamos vivir una comunión siguiendo a Cristo para vivir nuestra misión en el mundo con la diversidad de nuestros dones.

Fraternidad significa caminar juntos para responder a nuestra misión

Los “pastores y fieles están invitados a caminar juntos”, como dice el Papa Francisco, para vivir la misión. Si la sinodalidad construye fraternidad, no es para sentirse bien todos juntos, sino para actuar en favor de los que aún no han sido alcanzados y acogidos en una red fraterna donde se abrazan la justicia y el amor.

Asumir responsabilidades

Seamos conscientes de nuestra oportunidad y nuestra responsabilidad de promover este enfoque sinodal en la Iglesia y en todos los espacios asociativos o deliberativos que conozcamos. Seamos fermentos de sinodalidad invitando a participar a los más alejados. Sigamos convencidos de que siempre es posible un camino de fraternidad, basado en lo mejor de cada persona allí donde habita el Espíritu de Dios.

Gwennola Rimbaut, SVECJ


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